No soy una persona temerosa, nunca lo he sido. Tampoco
temeraria, aunque me gusta el riesgo y la aventura. Quizás, desde que nacieron
mis hijos mi mayor y único temor son ellos y su bienestar. Pero en 1998 no
pensaba en tener hijos, estaba empezando a estudiar Derecho en la UCV y a mis
16 años sabía que lo mío era el servicio público. No pensaba ni busqué la
práctica privada, simplemente no me interesaba.
Ese año sentí miedo. Con mi hermana lloré viendo en la
televisión la victoria electoral de Hugo Chávez, ese que años atrás nos
despertó de golpe, cuyo currículum solo exhibía muertes y violencia y que se
hacía del poder apalancado en los resentimientos que surgían de los justos
reclamos desatendidos. Empezaba la resistencia.
Dieciocho años de chavismo han sido para mí más de la
mitad de mi vida, viendo como mi entorno se va deteriorando día a día y
posponiendo metas para tiempos mejores. Vi como el campo en el que crecí era
arrasado; vi como la Universidad que me abrió las puertas para salir del campo
se iba quedando sin recursos para subsistir y como el servicio público que me
llamaba se convertía mas que nunca antes, en un sistema de manipulación y
opresión al servicio de aquellos que se hicieron del poder para robar.
El chavismo ha sido para mi un período de metas
pospuestas, el gobierno de las oportunidades perdidas, en el que la vida es eso
que ocurre entre una y otra frustración. Siempre busco mantenerme optimista,
porque lo contrario no tiene sentido y porque sé que un país mejor es posible,
siempre que logremos cambiar esta pesadilla de gobierno.
Esta etapa que vivimos desde el 6 de diciembre de 2015, y
el movimiento social que catalizó desde hace setenta días es tal vez la primera
oportunidad real de cambiar al país y no sólo al gobierno. Siento que hay un
enorme consenso nacional sobre los errores cometidos y sobre la necesidad de
hacer bien cosas elementales.
A veces me paro a imaginar el futuro y empiezo la frase
“Si todo sale bien…” y lo único que me sale son lágrimas; lágrimas de alegría
pensando en mis niños viviendo en el país que podemos construir. Me quiebra la
idea de que mis hijos puedan ser felices aquí y evadir con éxito la necesidad
de protegerlos en una maleta lejos de mi tierra. Imagino el resto de mi vida
entre Caracas, el llano y la playa, y un Junquito limpio y ordenado, y me
siento capaz de seguir luchando sin descanso hasta conseguirlo, porque estoy
convencida de que podemos, porque si hemos resistido tanto este no es momento
de rendirnos.
“Mis
padres se quedaron solos y mi familia dinamitada.”
Erasmo.
Diseñador venezolano.
“Primero, la inseguridad ha limitado la vida
social, amistades, diversiones. Uno sale a la calle y está temeroso. No salimos
de noche. Después, económicamente, a pesar de tener una profesión e ingresos
estables, en lugar de mejorar uno siente que retrocede. Profesionalmente, un
caos. La medicina va para atrás. El ejercicio en el hospital es terrible. Pero
lo peor, ha sido ver partir a mi hija. Es una de las cosas más dolorosas que he
vivido.
---
Creo que representa la oportunidad de recuperar lo
que hemos perdido. Una vida decente, sin tantos sobresaltos. Tal vez, la
posibilidad de que mi hija regrese.
Realmente creo que si esto no da resultado, nos
fregamos. Lo veo como la última oportunidad.
Mire. Médico venezolana”
“Mi
familia que es toda de inmigrantes, volvió a vivir lo que nuestros padres
vivieron y que nunca quisieron que nos tocara.
A mí estos años, yo que he sido una gitana, me
enseñaron que siempre, siempre quiero regresar a Venezuela.
---
Representa
la oportunidad de retornar a la civilidad. Representa el norte y el sur, el
agotamiento de promesas vacías, frente a una mayoría q está dispuesta a sembrar
sus propias promesas.”
Majo,
escritora venezolana.
“Llevo 18 años en los que siempre estoy angustiada
por algo. Lo he vivido desde todos los atropellos cuando iba a RCTV, cuando sobrinos se fueron del país, cuando detuvieron
a mi sobrino en La Salida en el 2014, en el estrés para conseguir a mis padres
sus medicinas.
Ha cambiado tanto mi vida que no tengo tiempo de
trabajar, estar algún tiempo con la familia y tratar de sortear cada uno de los
obstáculos que nos pone el régimen.
---
Representa la posibilidad de tener una vida normal,
por lo menos como la de antes de que llegara Chávez. Representa la posibilidad
de que vuelvan mis sobrinos y no se vayan mis hijos”
Du. Abogada venezolana.
“Mis
hijos decidieron irse con mucha tristeza, pero necesitan una oportunidad que
esta Venezuela no les ofrece.
---
Representa
la última oportunidad q tenemos de recuperar nuestro país y encauzarlo. HARTOS
de colas, miseria y escasez producto de la robolución.”
Sonia.
Empresaria venezolana.
Excelente artículo, con mucho sentimiento, estar lejos y saber que la familia y los amigos que dejamos sufren el espanto que se vive estos días en mi tierra es bastante fuerte.
ResponderEliminarSaludos,
Rubén Molina