viernes, 9 de junio de 2017

El cambio en primera persona

No soy una persona temerosa, nunca lo he sido. Tampoco temeraria, aunque me gusta el riesgo y la aventura. Quizás, desde que nacieron mis hijos mi mayor y único temor son ellos y su bienestar. Pero en 1998 no pensaba en tener hijos, estaba empezando a estudiar Derecho en la UCV y a mis 16 años sabía que lo mío era el servicio público. No pensaba ni busqué la práctica privada, simplemente no me interesaba.

Ese año sentí miedo. Con mi hermana lloré viendo en la televisión la victoria electoral de Hugo Chávez, ese que años atrás nos despertó de golpe, cuyo currículum solo exhibía muertes y violencia y que se hacía del poder apalancado en los resentimientos que surgían de los justos reclamos desatendidos. Empezaba la resistencia.

Dieciocho años de chavismo han sido para mí más de la mitad de mi vida, viendo como mi entorno se va deteriorando día a día y posponiendo metas para tiempos mejores. Vi como el campo en el que crecí era arrasado; vi como la Universidad que me abrió las puertas para salir del campo se iba quedando sin recursos para subsistir y como el servicio público que me llamaba se convertía mas que nunca antes, en un sistema de manipulación y opresión al servicio de aquellos que se hicieron del poder para robar.

El chavismo ha sido para mi un período de metas pospuestas, el gobierno de las oportunidades perdidas, en el que la vida es eso que ocurre entre una y otra frustración. Siempre busco mantenerme optimista, porque lo contrario no tiene sentido y porque sé que un país mejor es posible, siempre que logremos cambiar esta pesadilla de gobierno.

Esta etapa que vivimos desde el 6 de diciembre de 2015, y el movimiento social que catalizó desde hace setenta días es tal vez la primera oportunidad real de cambiar al país y no sólo al gobierno. Siento que hay un enorme consenso nacional sobre los errores cometidos y sobre la necesidad de hacer bien cosas elementales.

A veces me paro a imaginar el futuro y empiezo la frase “Si todo sale bien…” y lo único que me sale son lágrimas; lágrimas de alegría pensando en mis niños viviendo en el país que podemos construir. Me quiebra la idea de que mis hijos puedan ser felices aquí y evadir con éxito la necesidad de protegerlos en una maleta lejos de mi tierra. Imagino el resto de mi vida entre Caracas, el llano y la playa, y un Junquito limpio y ordenado, y me siento capaz de seguir luchando sin descanso hasta conseguirlo, porque estoy convencida de que podemos, porque si hemos resistido tanto este no es momento de rendirnos.


“Mis padres se quedaron solos y mi familia dinamitada.”
Erasmo. Diseñador venezolano.


“Primero, la inseguridad ha limitado la vida social, amistades, diversiones. Uno sale a la calle y está temeroso. No salimos de noche. Después, económicamente, a pesar de tener una profesión e ingresos estables, en lugar de mejorar uno siente que retrocede. Profesionalmente, un caos. La medicina va para atrás. El ejercicio en el hospital es terrible. Pero lo peor, ha sido ver partir a mi hija. Es una de las cosas más dolorosas que he vivido.
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Creo que representa la oportunidad de recuperar lo que hemos perdido. Una vida decente, sin tantos sobresaltos. Tal vez, la posibilidad de que mi hija regrese.
Realmente creo que si esto no da resultado, nos fregamos. Lo veo como la última oportunidad.

Mire. Médico venezolana”

“Mi familia que es toda de inmigrantes, volvió a vivir lo que nuestros padres vivieron y que nunca quisieron que nos tocara.
A mí  estos años, yo que he sido una gitana, me enseñaron que siempre, siempre quiero regresar a Venezuela.
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Representa la oportunidad de retornar a la civilidad. Representa el norte y el sur, el agotamiento de promesas vacías, frente a una mayoría q está dispuesta a sembrar sus propias promesas.”

Majo, escritora venezolana.


“Llevo 18 años en los que siempre estoy angustiada por algo. Lo he vivido desde todos los atropellos cuando iba a RCTV, cuando  sobrinos se fueron del país, cuando detuvieron a mi sobrino en La Salida en el 2014, en el estrés para conseguir a mis padres sus medicinas.

Ha cambiado tanto mi vida que no tengo tiempo de trabajar, estar algún tiempo con la familia y tratar de sortear cada uno de los obstáculos que nos pone el régimen.
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Representa la posibilidad de tener una vida normal, por lo menos como la de antes de que llegara Chávez. Representa la posibilidad de que vuelvan mis sobrinos y no se vayan mis hijos”

Du. Abogada venezolana.


“Mis hijos decidieron irse con mucha tristeza, pero necesitan una oportunidad que esta Venezuela no les ofrece.
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Representa la última oportunidad q tenemos de recuperar nuestro país y encauzarlo. HARTOS de colas, miseria y escasez producto de la robolución.”

Sonia. Empresaria venezolana.


                       









1 comentario:

  1. Excelente artículo, con mucho sentimiento, estar lejos y saber que la familia y los amigos que dejamos sufren el espanto que se vive estos días en mi tierra es bastante fuerte.

    Saludos,

    Rubén Molina

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