viernes, 11 de marzo de 2016

Caos

En Venezuela no hay gobierno. El poder lo tiene una banda de forajidos, algunos son funcionarios públicos, otros delincuentes sin pedigree.

¡Caos, caos, caos! Es la palabra que define la Venezuela del Siglo XXI.

Nos rige el hampa, desde un ministerio o una cárcel o el Helicoide del SEBIN. El hampa institucionalizada.

Detienen un cargamento de droga: hay uno o varios militares involucrados. Desaparecen no sabemos cuántos mineros en el Estado Bolívar: están involucrados el SEBIN y los militares. Desvían alimentos subsidiados: hay ministros, militares y funcionarios públicos involucrados. Desfalcaron CADIVI, BCV, PDVSA: todo el gobierno está involucrado.

Tenemos un gobierno de delincuentes. Esa es la verdadera razón del hampa desbordada e impune que nos azota: El gobierno de delincuentes es el padre irresponsable de los linchamientos en una sociedad muy descompuesta. Ese gobierno delincuente es la fuente primera de la miseria que dejó a este país sin Larry Salinas.

El gobierno no quiere gobernar. Quiere el poder solo para seguir robando. 

Un gobierno arbitrario siempre tendrá en espejo en la oposición, siempre habrán promotores (que no practicantes) del radicalismo, que consideran combatir la arbitrariedad y el abuso con más arbitrariedad y más abuso. Aquellos que creen haber descubierto la fórmula para “activar” la violencia callejera y controlarla a su antojo; asumen tener la capacidad de dirigir la violencia en las calles, la “presión total” para salir del gobierno, pero no les gustan los votos porque no los tienen.

Defienden cualquier cosa que implique una cuota de poder, aún si eso pasa por ponerse de espaldas a la gente. Quieren el poder por el poder en sí mismo. No quieren cambiar el gobierno, quieren relevarlo en el abuso, en el arrase. El poder no lo es todo, es lo único, diría Mario Puzo.

Si para llegar al poder tienen que compartirlo, negociarlo y tasarlo con el gobierno, pues lo harán. El gobierno de delincuentes no puede traicionarlos, son superiores y eso basta.

Ante este panorama tan desolador, escribo en ese estado inanimado que prosigue al dolor intenso. Vuelvo a lo básico, a lo que sé y en lo que confío: somos los venezolanos quienes debemos despedir este gobierno y elegir uno nuevo. La decisión está en nuestras manos y no podemos renunciar al derecho que nos asiste de participar activamente en el cambio político que vivimos y decidir el camino, el rumbo y la meta.

No le temo a las negociaciones sino a los negociadores. El poder de cambiar las cosas está en mis manos: por eso yo firmo y voto para revocar este gobierno.

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